domingo, 30 de junio de 2013

Artemis Fowl 8 - Eoin Cofler, Capítulo 15 - TRADUCCIÓN



Bien, casi no llego, como andan? Yo de maravilla porque mañana me voy de viaje!!!! Aunque antes tenga una prueba de ingles :( Bueno, les dejo este cap y recuerden que no creo que vaya a poder subir hasta dentro de 2 semanas, y cuando vuelva (vacaciones de invierno), voy a tener que ponerme al dia con todos los deberes de la escuela y la fiesta de mi mejor amiga asi que, bueno... voy a tratar de actualizar cuando sea posible, disfruten...
Capítulo 15
Alerta de Grillos
Mansión Fowl
Myles había quedado repentinamente exhausto después de su dura experiencia con Gobdaw y fue introducido en la cama con su copia laminada de la tabla periódica aferrada a su pecho.
-La posesión puede sacar mucho de una persona, -Dijo Holly. -Créeme, lo sé. Estará bien en la mañana.
Los tres se sentaron alrededor del escritorio de Artemis como un consejo de guerra, lo que en un muy real camino eran.
Mayordomo hizo el inventario. -Tenemos dos luchadores y ningún arma.
Artemis sintió que debía objetar. -Puedo pelear si es necesario, -Dijo, ni siquiera convenciéndose a sí mismo.
-Debemos asumir lo peor sobre Mantillo, -Continuó Mayordomo, ignorando la floja objeción de Artemis. -A pesar de que tiene un camino de engañar espectacularmente a la muerte.
-¿Cuál es nuestro objetivo, específicamente? -Preguntó Holly. Esta interrogante estaba dirigida a Artemis, el planeador.
-La Puerta Berserker. Necesitamos cerrarla.
-¿Qué vamos a hacer? ¿Escribir una carta severa?
-Las armas normales no penetrarán en la magia de Opal; de hecho, ella absorbería la energía. Pero si tuviéramos un súper-laser, debería ser suficiente para sobrecargar el sello. Sería como apagar un incendio con una explosión.
Holly palmeó sus bolsillos. -Bien, ¿qué tal? Parece que dejé mi súper-laser en los otros pantalones.
-Ni tú puedes construir un súper-laser en una hora, -Dijo Mayordomo, preguntándose por qué Artemis estaba sacando esto a relucir.
Por alguna razón, Artemis parecía repentinamente culposo. -Debo saber donde hay uno.
-¿Y dónde sería eso, Artemis?
-En el granero, adjunto a mi planeador solar Mark Dos.
Ahora Mayordomo entendía la vergüenza de Artemis. -¿En el granero donde estableciste el gym? ¿Dónde se suponía que deberías haber estado practicando tus rutinas de auto-defensa?
-Sí. Ese granero.
A pesar de la situación, Mayordomo se sintió decepcionado. -Me lo prometiste, Artemis. Me dijiste que necesitabas privacidad.
-Es tan aburrido, Mayordomo. Lo intenté, en serio, pero no sé cómo lo haces. Cuarenta y cinco minutos golpeando una bolsa de cuero.
-¿Así que trabajaste en tu aeroplano solar en vez de mantener la promesa que me hiciste?
-Las células eran tan eficientes que había jugo extra, así que en mi tiempo libre diseñé súper-laser liviano y lo construí de cero.
-Por supuesto ¿Quién no necesita un súper-laser en la nariz del avión de su familia?
-Por favor, chicas, -Dijo Holly. -Suspendamos la pelea de MAPS* para más tarde, ¿okey? Artemis, ¿Qué tan poderoso es este laser?
-Oh, tan poderoso como una erupción solar, -Dijo Artemis. -En su máxima concentración, debería tener la fuerza suficiente para hacer un hoyo en la entrada, sin lesionar a nadie en los suelos.
-Realmente desearía que hayas mencionado esto antes.
-El laser no fue probado, -dijo Artemis. -Nunca liberaría este tipo de poder a menos de que no hubiera ninguna otra alternativa. Y por lo que nos contó Myles, no tenemos otra carta para jugar.
-¿Y Juliet no sabe esto? -Preguntó Holly.
-No, lo guarde para mí mismo.
-Bien. Entonces podríamos tener una oportunidad.
Mayordomo los vistió a todos con un equipo de camuflaje de su casillero, e incluso forzó a Artemis a padecer la aplicación de rayas cerosas de maquillaje negro y oliva en su cara.
-¿Es esto realmente necesario? -Preguntó Artemis, ceñudo.
-Completamente, -Dijo Mayordomo, aplicando energéticamente el palo. -Por supuesto, si te quedaras aquí y me dejaras ir, entonces tú y Myles podrían relajarse en sus mocasines favoritos.
Artemis aguantando la pulla, correctamente asumiendo que Mayordomo aún estaba un poco mosqueado por la decepción del súper-laser.
-Debo acompañarlos, Mayordomo. Este es un súper-laser, no un juguete de apunta-dispara. Está envuelto un entero sistema de activación, y no hay tiempo para enseñarte la secuencia.
Mayordomo colgó una pesada camisa antibalas sobre los flacos hombros de Artemis. -Okey. Si debes ir, es mi deber mantenerte a salvo. Así que, hagamos un trato; si no haces todos esos devastadores comentarios sobre el peso o inutilidad de esta camisa, que sin duda están arremolinándose en ese gran cerebro tuyo, entonces no mencionaré el episodio del súper-laser de nuevo ¿De acuerdo?
“Esta camisa está realmente recortando mis hombros,” Pensó Artemis. “Y es tan pesada que no podría sobrepasar a una babosa.”
Pero dijo, -De acuerdo.
Una vez el sistema de seguridad de Artemis les aseguró que su perímetro estaba limpio, el grupo se escurrió en una sola fila de la oficina, fuera de la cocina, a través de la yarda, y se filtraron en el callejón entre los establos.
No habían guardias, lo que Mayordomo encontró extraño. -No veo nada. Opal debe ya saber que escapamos de sus piratas.
-No puede enfrentar perpetrar más tropas, -susurró Holly. -El sello es su prioridad, y necesita tantos Berserkers vigilando su espalda como sea posible. Somos secundarios en este punto.
-Estaría desaprovechándolas, -Jadeó Artemis, ya sufriendo bajo el peso de la camisa antibalas. -Artemis Fowl nunca será secundario.
-Pensé que eras Artemis Fowl Segundo -Dijo Holly.
-Eso es diferente. Y yo pensé que estábamos en una misión.
-Verdad, -Dijo Holly, luego se giró hacia Mayordomo. -Este es tu área, viejo amigo.
-Que lo es, -Dijo Mayordomo. -Tomaré el liderazgo.
Cruzaron el estado con una velocidad cautelosa, recelosos de cada ser viviente que cruzaba su camino. Tal vez los Berserkers habitaban los mismísimos gusanos en la tierra, o los grandes grillos que florecían en los suelos Fowl y agitaban sus alas a la luz de la luna, sonando como una orquesta de pequeños carpinteros.
-No pisen a los grillos, -Dijo Artemis. -Madre se encariñó de su canción.
Los grillos, apodados Jiminies por los antropólogos de Dublín, eran vistos en todo el año solo en el Estado Fowl, y podían crecer hasta del tamaño de ratones. Artemis ahora adivinaba que este era un efecto de la radiación mágica calándose por la tierra. Lo que no podría haber adivinado era que la magia había infectado el sistema nervioso de los grillos con un grado de simpatía por los Berserkers. No se manifestaban en montones de grillos sentándose en círculo alrededor de fogatas en miniatura contando historias de valientes guerreros élficos, sino en una agresión contra lo quesea que amenazara a los Berserkers. O, poniéndolo simple: Si no le gustabas a Opal, entonces a los grillos no les importabas mucho tampoco.
Mayordomo dejó caer su pie lentamente sobre un grupo de grillos, esperando que se muevan fuera de su camino. No lo hicieron.
“Debería aplastar a estos pequeños,” Pensó. “No tengo tiempo para jugar lindo con estos insectos.”
-Artemis, -Lo llamó por sobre el hombro, -Estos Jiminies me están retando.
Artemis se tiró sobre sus rodillas, fascinado. -Miren, no expresan una prudencia natural, en absoluto. Es casi como si no les agradáramos. Realmente debería conducir un estudio en el laboratorio.
El insecto más grande en el grupo abrió grande sus mandíbulas linterna, saltó alto, y mordió a Artemis en la rodilla. Incluso aunque los dientes del insecto no penetraron sus gruesos pantalones de combate, Artemis cayó hacia atrás en shock y hubiera aterrizado planamente sobre su parte trasera si Mayordomo no lo hubiera alzado en brazos y empezar a correr con su principal metido bajo el brazo.
-Dejemos ese estudio de laboratorio para más tarde.
Artemis estuvo inclinado a darle la razón.
Los grillos los siguieron, pistoneando sus ponderosas patas traseras para impulsarse en el aire. Saltaban como uno solo, una desbordante ola verde que espejaba el camino de Mayordomo con precisión. Más y más grillos se unieron a la panda, lloviendo desde las pendientes del paisaje y los hoyos en la tierra. La ola crujía a medida que se movía, tan apretados estaban los grillos compactados.
“Al menos estos no pueden volar,” Pensó Mayordomo, “O no habría ningún escape.”
Artemis encontró apoyo y corrió sobres sus propios pies, contorneándose fuera del agarre de Mayordomo. El gran grillo estaba aún sujeto a su rodilla, preocupando al material de combate. Artemis lo golpeó con la palma, y lo sintió como si golpeara un auto de juguete. El grillo seguía allí, y ahora su mano estaba adolorida.
Era difícil, incluso para Artemis, pensar en estas circunstancias, o más bien era difícil arrancar un pensamiento sensible del revoltijo chispeando de sus curvas craneales.
Grillos. Grillos asesinos. Chaleco antibalas pesado. Demasiado ruido. Demasiado. Grillos dementes. Tal vez estoy ilusionando de nuevo.
-¡Cuatro! -Dijo en voz alta, solo para estar seguro. -Cuatro.
Mayordomo adivinó que estaba haciendo Artemis. -Está pasando, está bien. No te preocupes, no lo estás imaginando.
Artemis casi deseaba que lo hubiera estado haciendo.
-¡Esto es serio! -Gritó sobre el sonido de su propio corazón golpeando en sus oídos.
-Necesitamos llegar al lago, -Dijo Holly. -Los grillos no nada tan bien.
El granero fue construido en la cima de una colina, mirando desde arriba un lago conocido como la Piscina Roja por la manera en la que brillaba al atardecer cuando era mirado desde la ventana panorámica del salón de la mansión. El efecto era espectacular, como si las llamas de Hades acecharan debajo del agua fresca. De día, un parque de juegos para patos; pero de noche, la entrada al infierno. La idea de que un cuerpo de agua pudiera tener una identidad secreta, siempre había divertido a Artemis, y era en uno de los pocos temas en los que daba a su imaginación rienda suelta. Ahora el lago simplemente parecía el cielo seguro.
Probablemente seré hundido enseguida por el peso de este chaleco antibalas.
Holly lo empujó desde detrás, codeándolo repetidamente en la cadera.
-¡Apresúrate! -Dijo. -Quita esa mirada cristalina de tu cara. Recuerda, hay grillos asesinos tras nosotros.
Artemis levantando sus pies, tratando de correr rápido como había visto hacer a Beckett tantas veces—en un capricho parecía, como si correr la mitad del día no tomara ningún esfuerzo en particular.
Se precipitaron a través de una serie de parcelas de jardín seccionadas con cercas improvisadas de matorrales y postes. Mayordomo chocaba contra lo quesea que bloqueaba su camino. Sus botas pateaban papas nuevas de sus camas, limpiando un camino para Artemis y Holly. Los grillos no eran impedidos por obstáculos, simplemente los serruchaban con un zumbido o fluían alrededor sin una pérdida discernible del paso. Su sonido era denso y ominoso, una cacofonía de murmullos. Tortuosos insectos.
Los grillos líderes mordisquearon las botas de Holly, cerrándose en sus tobillos, chirriando sus pugnaces mandíbulas. El instinto de Holly le decía que parara y desalojara a los insectos, pero sus sentidos de soldados le decían que siguiera corriendo y aguantara los pellizcos. Parar ahora sería seguro un error fatal. Los sintió amontonándose alrededor de sus tobillos, sus caparazones crujiendo y rezumando debajo de sus botas. Era como correr sobre Pelotas de Ping-Pong.
-¿Qué tan lejos? -Gritó. -¿Qué tan lejos?
Mayordomo le respondió levantando dos dedos.
¿Qué era eso? ¿Dos segundos? ¿Veinte segundos? ¿Doscientos metros?
Corrieron a través de los jardines y bajo la colina arada hacia el borde del agua. La luna estaba reflejada en la superficie como el ojo blanco de un dios, y en el otro extremo estaba la suave subida de la pista de ski en la pasarela de Artemis. Los grillos estaban ahora sobre ellos, a la altura de la cintura para Holly. Enjambrándose de cada esquina del estado.
“Nunca tuvimos problemas de grillos,” Pensó Artemis. “¿De dónde vinieron todos ellos?”
Sentían sus mordeduras en sus piernas como pequeñas quemaduras, y correr se volvió lo siguiente a lo imposible con una piel retorciéndose de grillos cubriendo cada extremidad.
Holly cayó primero, luego Artemis, ambos creyendo que esta debía ser, por seguro, la peor forma posible de morir. Artemis había parado de luchar cuando una mano bajo a través del zumbido eléctrico y lo acarreó libre de la ciénaga.
En la luz de la luna, vio un grillo sujeto a su nariz, y levantó el brazo para aplastarlo con sus dedos. El cuerpo se trituró en su puño, y, por primera vez, Artemis sintió el ajetreo de adrenalina del combate. Se sintió como para aplastar todos esos grillos.
Por supuesto, fue Mayordomo quien lo rescató, y mientras pendía del agarre del guardaespaldas, vio a Holly colgando de su otra mano.
-Respiren profundo, -Dijo Mayordomo, y se tiró dentro del lago.
Cinco minutos después, Artemis llegó al otro lado sin una camisa antibalas, de la cual se sintió seguro de que Mayordomo tendría algo que decir—pero había sido o abandonar la camisa o ahogarse, y no había mucha lógica en ser a prueba de balas en el fondo de un lago.
Estuvo aliviado de encontrar que era flanqueado por Holly y Mayordomo, que parecían considerablemente mucho menos sin aliento que lo que él estaba.
-Perdimos a los grillos, -Dijo Mayordomo, causando que Holly rompiera en un farfullo de risitas histéricas, que sofocó en su manga empapada.
-Perdimos a los grillos, -Dijo. -Ni siquiera tú puedes hacer eso sonar rudo.
Mayordomo frotó el agua de su pelo rapado. -Soy Mayordomo, -Dijo, imperturbable. -Todo lo que digo suena rudo. Ahora, fuera del lago, hada.
Parecía que las ropas y botas de Artemis habían absorbido la mitad del lago, juzgando por su peso mientras se arrastraba fuera del agua. A menudo había notado a los actores de propagandas de TV saliendo de piletas grácilmente, surgiendo del agua al suelo al costado de la piscina, pero Artemis siempre se había visto forzado a trepar en el final poco profundo o ejecutar un tipo de desplome doble que lo dejaba sobre su vientre al lado de la pileta. Su salida del lago fue incluso menos agraciada, un contorneo serpenteante que les recordaba a los observadores a los movimientos de una foca torpe. Eventualmente, Mayordomo lo sacó de su miseria con una mano de ayuda bajo un codo.
-Sigamos, Artemis. El tiempo se está gastando.
Artemis se levantó agradecido, láminas de agua fría por la noche deslizándose de sus pantalones de combate.
-Casi llegamos, -Dijo Mayordomo. -Trescientos metros.
Artemis hacía mucho tiempo que había dejado de sorprenderse ante la habilidad de su guardaespaldas para compartimentar sus emociones. Por derecho, los tres deberían haber estado en shock después de lo que habían pasado, pero Mayordomo siempre había sido capaz de plegar todo ese trauma dentro de un cajón para ser lidiado más tarde, cuando el mundo no estuviera en un inminente peligro de finalizar. Solo parándose sobre sus hombros, le daba fuerzas a Artemis.
-¿Qué estamos esperando? -Preguntó Artemis, y emprendió la subida de la colina.
El grupo de grillos retrocedió detrás de ellos hasta que se mezclaron con el viento en los altos pinos, y ningún otro adversario animal fue encontrado en el corto y encorvado trote por la pista. Llegaron a la cresta de la colina para encontrar al granero sin guardias ¿Y por qué los habría? Después de todo, ¿qué tipo de estratega deserta una fortificación para ocultarse en un granero altamente combustible?
“Finalmente un toque de suerte,” Pensó Artemis. “A veces ser retorcido lo vale.”
Tuvieron suerte de nuevo dentro del granero, donde Mayordomo recuperó su pistola Sig Sauer de una caja fuerte codificada atornillada en el lado ciego de una viga.
-No eres el únicos con secretos en el granero, -Le dijo a Artemis, sonriendo mientras revisaba la carga y acción del arma.
-Eso es genial, -Dijo Holly secamente. -Ahora podemos dispararle a una docena de saltamontes.
-Grillos, -Corrigió Artemis. -Pero, en vez de eso, pongamos este avión en el cielo y hagamos un gran agujero en los planes de Opal.
El liviano cuerpo y alas del aeroplano estaban cubiertos con un papel solar que alimentaba el motor para despegar. Una vez en el aire, el avión cambiaba entre vuelo accionado y planeamiento, dependiendo de las direcciones de la computadora. Si un piloto se contentaba con tomar un largo camino alrededor y manejar las corrientes térmicas, entonces era posible engranar el motor para el despegue solamente, y algunos viajes podían, de hecho, crear una huella de carbono cero.
-Ese avión allí, -Dijo Mayordomo. -Más allá de la bolsa de boxeo sin usar y las relucientes pesas con sus abandonadas manivelas.
Artemis gruñó. -Sí, ese avión. Ahora ¿Puedes olvidarte de las pesas y sacar los bloques de las ruedas mientras yo lo enciendo? -Dijo, dándole a Mayordomo algo que hacer. -Dejemos la puerta cerrada hasta que estemos listos para el despegue.
-Buen plan, -Dijo Holly. -Déjame revisar dentro.
Trotó a través del granero, dejando modosas huellas a su paso, y abrió la puerta trasera del avión.
El aeroplano, que Artemis había nombrado el Khufu tras el faraón por quien una barcaza solar había sido construida por los antiguos Egipcios, era un liviano aeroplano deportivo que había sido radicalmente modificado por Artemis en su misión por diseñar un práctico vehículo de pasajeros verde. Las alas eran un cincuenta por ciento más largas de lo que habían sido, con una estructura micro-fina entretejida arriba y abajo. Cada superficie, incluyendo las tapas, estaba cubierta en papel solar, que recargaría la bacteria en el aire. Un cable de poder corría de la cavidad de la cola del Khufu en una subida hacia el sur del techo del granero, para que la nave tuviera suficiente carga para despegar cuando sea que Artemis necesitara hacer un vuelo de prueba.
La cabeza de Holly emergió de la oscuridad del interior.
-Todo limpio, -Dijo en un tono bajo, en caso de que los ruidos altos rompieran su racha de suerte.
-Bien, -Dijo Artemis, apurándose hacia la puerta, ya corriendo la secuencia de encendido en su cabeza. -Mayordomo, ¿Abrirías las puertas tan pronto como ponga el apoyo en movimiento?
El guardaespaldas asintió, luego pateó la cuña blanca de debajo de la rueda. Dos más y listo.
Artemis trepó dentro del avión y supo enseguida que algo estaba mal.
-Huelo algo. El perfume de Juliet.
Se arrodilló entre los asientos de pasajeros, tirando de una escotilla de metal para revelar un compartimiento debajo. Gruesos cables atestaban la caja, y había un espacio rectangular en el medio donde algo como una caja debería haber estado.
-¿La batería? -Preguntó Holly.
-Sí, -Dijo Artemis.
-¿Así que no podemos despegar?
Artemis dejó caer la escotilla, dejando que se cerrara con un sonido metálico. El estruendo apenas importaba ahora.
-No podemos despegar. No podemos dispar.
Mayordomo metió su cabeza en el aeroplano. -¿Por qué estamos haciendo ruido de pronto? -Un vistazo a la cara de Artemis fue toda la respuesta necesaria.
-Así que, es una trampa. Parece que Juliet estaba más al pendiente tuyo de lo que pensamos. -Sacó la Sig Sauer de su pretina. -Okey, Artemis, te quedas aquí. Es tiempo de que los soldados tomen el control.
Los rasgos de Mayordomo se estrecharon en una expresión de sorpresa y dolor cuando un rayo de magia chisporroteó dentro del granero desde fuera, envolviendo la cabeza y torso del guardaespaldas, permanentemente derritiendo cada folículo de cabello en su cabeza, y aventándolo a la parte trasera del aeroplano, donde yació sin emociones.
-Es una trampa, muy bien, -Dijo Holly, seria. -Y caminamos justo en ella.

*MAPS: Mejores amigas por siempre.

Bueno, nos vemos en el próximo capitulo: Un tiro de advertencia, quedando ahora solo 4 capítulos para el final!!! Bueno, la emocion me sobrepasa, besos

domingo, 23 de junio de 2013

Artemis Fowl 8 - Eoin Cofler, Capítulo 14 - TRADUCCIÓN



Bueno, este capítulo es bastante corto y ojal{a hubiero podido subir otro esta seana (tuve feriado largo), pero a mis profesores no se les ocurrió mejor idea que cargarnos con pilas y pilas de tarea, así que aquí se los dejo, y tengo unas noticias buenas para mi, y tal vez no tan buenas para ustedes: me voy de viaje, así que el finde que viene actualizo y después no se si voy a poder actualizar en otras dos semanas :S Bueno, disfruten...
Capítulo 14
Nueve Varas
Ciudad Refugio, Elementos del Subsuelo
Potrillo no tenía realmente un plan en mente mientras corría. Todo lo que sabía era que necesitaba llegar al lado de Caballina sin importar cómo. Sin importar el costo.
“Esto es lo que hace el amor,” notó, y en ese momento entendió porque Artemis había secuestrado a una hada para obtener dinero y encontrar a su padre.
El amor hace que todo lo demás parezca ilógico.
Incluso con el mundo derrumbándose alrededor de sus oídos, todo en lo que Potrillo podía pensar era en el apuro de Caballina.
Hay criminales goblin convergiendo en nuestra casa.
Opal había sabido que, como consultor de la PES, Potrillo requeriría que todas las entregas a su hogar sean escaneadas como algo de rutina. Así que ella había mandado una caja de regalo ornamentada que aparecería vacía ante los escáneres. En realidad, ninguna caja está, en verdad, realmente vacía. Esta estaría empaquetada con microorganismos que vibraban a una frecuencia alta, produciendo un chillido ultrasónico que nockearía la vigilancia y volvería a los goblins absolutamente locos—tanto que no pudieran hacer nada para pararlos.
Los Goblins no eran criaturas brillantes la mayoría de las veces. Había un solo ejemplo de un goblin ganando un premio de ciencia, y resultó ser que era un experimento genético con el que había hecho entrarse a sí mismo en la competencia.
Esta bomba sónica, removería cualquier función cerebral alta y volvería a los goblins  lagartos predadores respira-fuego. Potrillo sabía todo esto porque había dirigido una mini-versión de la bomba sónica a la PES como un detenedor de crimen, pero el Consejo había negado subsidiarlo porque su artefacto hacía que quien lo llevara sangrara por la nariz.
La Plaza de Policía estaba ahora en un ochenta por ciento en escombros, con solo el último piso colgando al techo de roca como un percebe aplastado. Los pisos inferiores habían colapsado en los espacios reservados de estacionamiento debajo, formando una irregular pirámide escombrosa, que echaba humo y chispas. Por suerte, el puente cubierto que llevaba a la estructura unida al estacionamiento, estaba relativamente intacta. Potrillo se apuró a través de la pasarela, tratando de no ver las grietas en el suelo por donde una pesuña podría escurrirse, tratando de no escuchar el torturado chirrido de la estructura de metal mientras se doblaba bajo el peso de la sobrecarga.
No mires hacia abajo. Visualízate llegando al otro lado.
Mientras Potrillo corría, el puente colapsó en secciones detrás de él, hasta que se sintió como si las rechinantes teclas de un piano cayeran en el abismo. La puerta automática en el otro lado estaba trabada en un obstáculo en la vía, y temblaba hacia atrás y hacia adelante, dejando apenas habitación suficiente para que Potrillo se estrujara y colapsara, jadeando, en el suelo del cuarto piso.
“Esto es tan melodramático,” Pensó. “¿Así son las cosas para Holly todos los días?”
Alentado por el colisionar de la mampostería y el hedor de los autos en llamas, Potrillo se apuró a través del estacionamiento hacia su van, que estaba estacionada en un punto primario cerca de la vía peatonal. La van era una múcura vieja que fácilmente podría haber sido confundida con un vehículo abandonado en vez del medio de transporte elegido por el mágico responsable de la mayoría de los avances tecnológicos de la ciudad. Si alguien llegara a saber a quién pertenecía la van, entonces supondría que Potrillo había camuflado el exterior para disuadir potenciales ladrones de automóviles. Pero no, era simplemente una pila de chapas oxidadas que deberían haber sido reemplazadas hace décadas. Igual que como muchos decoradores nunca pintaron sus propias casas, a Potrillo, un experto en avances automovilísticos, no le importaba lo que él mismo manejaba. Esta era una desventaja diaria, ya que el móvil-centaurino emitía sonidos resultando en varios decibeles sobre las regulaciones y, regularmente, encendiendo alarmas sónicas por toda la ciudad. Hoy, en cambio, la antigüedad de la van era definitivamente una ventaja, ya que era uno de los pocos vehículos que podían andar independientemente del sistema magnético automático de rieles de Refugio y, de hecho, era cien por ciento funcional.
Potrillo silbó para abrir las puertas delanteras de carga y retrocedió hacia la cabina, esperando a que los arneses extensibles zumben y acunen su torso equino. El arnés  se encintó a su alrededor, pitando en todo el proceso, y luego levantó al centauro de vuelta a la cabina. Una vez las puertas alas-de-escarabajo se hubieron plegado, los sensores de la van detectaron la proximidad de Potrillo y puso en funcionamiento sus propios motores. Le tomó un par de segundos amontonarse en su vehículo y empezar la marcha, pero le tomaría más tiempo tratar de trepar en el automóvil con seis extremidades y una cola, la que algunos equinologistas consideraban una séptima extremidad, o, al menos, un apéndice.
Potrillo sacó un volante de una ranura a toda velocidad y hundió su pesuña en el metal, chirriando fuera de su punto de estacionamiento.
-¡Casa! -Gritó Potrillo dentro del sistema de navegación del bot suspendido en un cordel de gel ante su cara. Él había, en un momento de vanidad, moldeado el rostro del bot a su propia imagen.
-¿La ruta usual, guapo? -Dijo el sistema bot, parpadeando con cariño a Potrillo.
-Negativo, -Respondió Potrillo. -Ignora la velocidad usual y los parámetros de seguridad. Solo llévanos allí lo más rápido posible. Todos los límites normales de conducta están levantados de mi autoridad.
Si el bot hubiera tenido manos, las hubiera estrechado. -He estado esperando un largo tiempo para escuchar eso, -Dijo, y tomó control del vehículo.
Algo le estaba pasando a la hermosa cajita con incrustaciones en la manos de Caballina. Parecía como si un pequeño nubarrón estuviera agitándose allí dentro. La cosa vibró como una colmena, a pesar de que no había absolutamente ningún sonido. Pero allí había algo, un sentimiento que la puso muy nerviosa e hizo que sus ojos se humedecieran, como si unas uñas invisibles estuvieran siendo arrastradas por un pizarrón mental.
Loco, lo sé, pero así es como se siente.
Tiró la caja lejos de ella, pero no antes de que el pequeño nubarrón haya fluido del contenedor y revestido su mano. La caja rodó debajo de la mesa de café—un gran hongo plano petrificado al que una vez Holly había llamado tan estereotipado que me hace querer gritar—y yació allí, emitiendo lo que sea que fuese que puso los nervios de Caballina en el límite.
-¿Qué pasa, querido? -se giró para preguntarle a la pequeña LuzARC, pero esta yacía muerta en el suelo, una pequeña columna de humo curvándose fuera de su cabeza.
“La caja hizo eso,” Adivinó. Lo quesea que esta cosa era, no vino de Potrillo, porque se sentía de alguna forma mal. Y ahora lo malo estaba en su mano. Caballina no era, de ninguna manera, un centauro asustadizo, pero sintió una premonición de peligro que casi la hace desplomarse.
Algo malo está por pasar. Incluso peor que todas las cosas malas que han pasado hoy.
Muchas hadas habrían caído en pedazos ante el peso de tan ominosas circunstancias, pero si el universo esperaba tal reacción de Caballina Wanderford Paddox Potrillo, entonces el cosmos estaría a punto de ser sorprendido, porque una de las características que la habían llevado a ser prometida de Potrillo, era su espíritu de lucha. Y ella no solo sostenía este espíritu con el poder del pensamiento positivo. Caballina había alcanzado el nivel de cinto azul en el antiguo arte marcial centaurino de las Nueve Varas, que incluían la cabeza y cola como armas. Ella seguido había practicado en el gimnasio de la PES con Holly Canija, y ciertamente la había una vez golpeado accidentalmente a través de una pared de arroz cuando la imagen de un viejo novio había aparecido repentinamente en su cabeza.
Caballina trotó hacia un armario alto cerrado en la habitación y le instruyó que se abriera. Dentro estaba su cinto azul, que rápidamente cruzó en su pecho. La banda no sería de ningún uso práctico si los atacantes estaban de camino. Lo que ayudaría era la larga vara flexible de bambú a su lado, que silbaba al cortar el aire y podía, en buenas manos, despellejar la piel de la espalda de un trol.
La textura del palo en su palma calmó a Caballina, al punto en el que se sentía un poco tonta allí parada con la regalía entera de las Nueve Varas.
Nada malo está por pasar. Solamente estoy sobre reaccionando.
Luego la puerta principal explotó.
El sistema de navegación de Potrillo manejó como un maníaco, riéndose con un júbilo que Potrillo no recordaba haber programado dentro suyo. E incluso a pesar de que Potrillo estaba consumido con horrible visiones de Caballina en las garras de goblins respira-fuego, no pudo evitar notar la devastación que pasaba por la ventana—nubes de denso humo, y destellos de llamas naranjas y azules borroneadas por la velocidad demente del van. Oficiales de la PES buscaron entre escombros y restos por supervivientes, y pilares de humo se levantaban de una docena de puntos de referencia familiares.
-Tranquilo, -Dijo, golpeando al nav-bot. -No le seré muy útil a Caballina si llego muerto.
-Relájate, viejo, -Dijo la pequeña cabeza-bot. -No es como si fueras a ser de mucho uso de cualquier manera. Caballina sabe las nueve varas ¿Qué cas a hacer tú? ¿Arrojar un teclado?
“¿Viejo?” pensó Potrillo, deseando ahora nunca haberle dado al bot un chip de personalidad experimental, deseando aún más que el chip no tuviera su propia personalidad. Pero el bot tenía razón ¿Qué iba a hacer él? De hecho, sería trágico si Caballina muriera tratando de salvarlo. De pronto, Potrillo se sintió como un salvavidas con fobia al agua ¿Le estaba dado algo de uso a la situación?
El nav-bot parecía leerle la mente, lo que era imposible; pero Potrillo decidió patentarlo solo en caso de por si accidentalmente había inventado un robot telepático.
-Explota tus cualidades, amigo, -Dijo.
“Por supuesto,” Pensó Potrillo. “Mis cualidades ¿Cuáles son mis cualidades? ¿Y dónde están?”
Estaban, obviamente, en la parte trasera de la van, donde almacenaba miles de experimentos a medio terminar y casi legales y piezas de reemplazo. Cuando Potrillo pensó en eso, se dio cuenta que habían cosas en su camión capaces de hacer un agujero en la corriente del tiempo si se unían, así que había decidido hace mucho tiempo no pensar en eso, ya que la alternativa era vaciar su van.
-Sigue conduciendo, -Instruyó al nav-bot, retorciéndose fuera de su arnés y retrocediendo por el pequeño puente que unía la cabina con la parte posterior. -Necesito mirar en la parte trasera.
-Cuidado con la cabeza, viejo, -Dijo el bot con gozo, un segundo antes de lanzándose sobre un corcovado puente fuera de una instalación para el cuidado dental mágico tallada en un molar gigante.
“Ese chip de personalidad debe estar corrompido,” Pensó Potrillo. “Nunca sería tan imprudente, y definitivamente nunca llamaría a nadie “viejo.””
Cuando la puerta frontal explotó, la reacción de Caballina fue de furia. Primero, porque la puerta delantera de la casa era jacarandá antiguo y había sido responsablemente conseguida de Brasil, y segundo porque había estado abierta y solo un idiota sentiría la necesidad de volar algo que ya estaba entornado. Ahora la puerta debería ser reconstituida, y nunca sería lo mismo, incluso aunque pudieran encontrar todas las astillas.
Caballina entró hecha una furia al lobby para encontrar un goblin trastornado culebreando dentro de la casa a gatas, humo saliendo de sus planas cavidades nasales, su cabeza de lagartija sacudiéndose de lado a lado como si hubiera una polilla en su cráneo.
-¡Cómo te atreves! -Dijo Caballina, proporcionándole a la criatura lagarto un golpe al costado de su cabeza que literalmente lo golpeó fuera de su piel, que había sido en el punto del derrame.
“Bueno, eso es molesto,” Pensó, creyendo que el asalto estaba acabado, cuando otro goblin apareció en el manchado camino de entrada, la cabeza meciéndose de la misma manera desconcertante que el primero. Dos más entraron a patear la ventana, y algo comenzó a escarbar en el triturador de basura.
No me digas. Otro goblin.
Caballina le dio la espalda al goblin en la entrada y le dio un golpe de doble-barrelado con sus piernas traseras que sacaron una nube de humo de su boca abierta y lo mandaron volando hacia atrás sobre la pared límite como si hubiera sido tirado con una cuerda de bungee. Simultáneamente, perforó la ventana con dos golpes relámpago de su bambú, desalojando a los goblins del alfeizar que acababa de ser pintado. A través del cristal roto vio docenas de goblins convergiendo en la propiedad y sintió algo cercano al pánico real.
“Espero que Potrillo no venga a casa,” Pensó, doblando sus rodillas en una posición de combate. “No creo que nos pueda salvar a ambos.”
Potrillo hurgó por la van, buscando algo, cualquier cosa, que pudiera salvar a su amada.
“Incluso aunque pudiera llamar por ayuda,” Pensó, “Todos están hasta el cuello en un desastre u otro. Depende de mí.”
La van era un revoltijo embarullado, los estantes se apilaban hasta lo alto con revestimientos de robot, jarras de especímenes, incubadoras, fuentes de poder, y partes del cuerpo biónicas.
Pero sin armas. Ni una pistola.
Encontró un frasco de ojos bio-híbridos, que lo contemplaron, y una jarra de espécimen llena de algún tipo de ejemplar líquido que no podía recordar haber recolectado.
-¿Alguna suerte? -Preguntó el nav-bot de un parlante de gel adherido al panel de la pared.
-No todavía, -Dijo Potrillo. -¿Cuánto tenemos hasta llegar allí?
-Dos minutos, -Replicó el bot.
-¿Puedes recortar un minuto de ese tiempo?
-Podría, si corriera sobre algunos transeúntes.
Potrillo lo consideró. -No. Mejor no ¿No había un cañón de plasma aquí, en alguna parte?
-No. Lo donaste al orfanato.
Potrillo no perdió tiempo preguntándose por que donó un cañón de plasma a un orfanato, sino que en vez de eso, siguió cavando en los trastos de la van.
Si tuviera una hora podría ensamblar algo, ¿pero dos minutos?
Fibras ópticas. Periféricos de interiores. Maniquís de Vudú. Cámaras.
Nada útil.
Atrás del todo, Potrillo encontró una vieja y obsoleta litio-iónica batería mágica que debería haber drenado años atrás. Palmeó el largo cilindro con cariño.
Lanzamos la famosa parada del tiempo en la Mansión Fowl con una serie de ustedes, chicos.
Potrillo se quedó quieto ¡Una parada de tiempo!
Podría detener el tiempo, y todos dentro estarían atrapados hasta que se acabe la batería.
Pero los paros-de-tiempo requerían cálculos complicados y vectores precisos. No podías iniciar una parada del tiempo en los suburbios.
Normalmente, no. Pero estas no son circunstancias normales.
Necesitaría estar concentrada. Casi magia pura, con un diámetro no mayor a la utilería en sí.
-Te veo mirando esa bacteria mágica, -Dijo el nav-bot. -¿No estás pensando en poner en marcha una parada del tiempo, o no, viejo? Necesitas una docena de permisos antes de poder hacer eso.
Potrillo sincronizó el cronómetro de la batería con la computadora de navegación, algo que Holly no podría haber hecho ni en un millón de años.
-No, -Dijo. -No estoy poniéndola en marcha. Tú lo estás haciendo.
La cola de Caballina estaba chamuscada y habían marcas de mordeduras en sus patas traseras, pero no se permitiría a sí misma rendirse. Más de una docena de goblins la rodeaban, hacienda crujir el aire, sus globos oculares rodando salvajemente, siendo enloquecidos por algo. Habían más en el techo, masticando su camino, y cada ventana y puerta era una masa de cuerpos retorciéndose.
“Nunca llegué a decir adiós,” Pensó Caballina, determinada a derribar a tantas de esas lagartijas como sea posible antes de que la enterraran bajo puros números.
“Adiós, Potrillo, te amo,” Pensó, deseando que el sentimiento, de alguna forma, lo alcance.
Luego su marido chocó la van a través del lado de la casa.
El nav-bot entendió sus instrucciones inmediatamente.
-Es un plan de locos, -Dijo la inteligencia artificial. -Pero es lo que haré.
-Bien, -Dijo Potrillo, metiéndose en el arnés del asiento de pasajeros. -Porque lo estarás haciendo.
-Te quiero, Viejo, -Dijo el pequeño bot, una lágrima gelatinosa bajando de su mejilla.
-Cálmate, programa, -Dijo Potrillo. -Te veré en un minuto.
Caballina realmente no entendió que pasó a continuación hasta que su mente tuvo un tiempo de revisar las imágenes. El van de trabajo de su marido se plegó dentro de la casa, aplastando media docena de goblins. La puerta del conductor estaba abierta con su arnés extendido, y Caballina no tuvo tiempo de registrar esto antes de ser juntada a paladas, hacia atrás, y arrojada, cara abajo, dentro de la cuna de los cuartos traseros.
-Hola, cariño, -Dijo Potrillo, en un intento de despreocupación que era contradicho por el sudor nervioso en su frente.
La sección de conducir de la van fue separada al ser rasgada, mientras que la sección trasera frenó y el frente viró bruscamente sobre la pared opuesta.
-¡Mi casa! -Dijo Caballina en el asiento acolchonado, mientras la mampostería golpeaba contra las puertas y centellas chisporroteaban en el parabrisas.
Potrillo había intentado guiar manualmente la sección delantera para detenerse de forma gradual a una distancia segura de la casa, pero los vehículos a batería eran impredecibles, y este insistió en voltearse sobre su lado y derrapar dentro de la yarda, pasando su rueda por la pila de composta familiar, que contenía a muchos de los ancestros de Potrillo.
Los goblins estuvieron despistados por un momento; luego sus pobres sentidos torturados captaron la detestada firma sónica en la mano de Caballina, y sus cabezas se giraron hacia la sección frontal de la van. Habían tantos goblins en la casa ahora que parecía una criatura gigante de escamas verdes. Cada goblin infló su pecho para lanzar una bola de fuego.
-Lindo rescate. Una lástima que no fue un éxito total, -Dijo Caballina. -Pero aprecio el gesto.
Potrillo la ayudó a levantarse. -Espéralo, -Dijo.
Antes de que una simple bola pudiera ser disparada, un rayo de magia azul explotó a través de la parte de atrás de la van, se disparó a seis metro hacia arriba, luego creció rápidamente en un hemisferio de ectoplasma gelatinoso y se dejó caer con esmero sobre la residencia Potrillo.
-Retiro lo dicho, -Dijo Caballina. -Este fue un rescate espectacular.
Potrillo había justo sellado la mano de Caballina dentro de un guante anti material peligroso y asegurado a los vecinos reunidos que la emergencia había pasado, cuando la parada del tiempo decayó, revelando un gran grupo de dóciles goblins.
-¡Potrillo! -Gritó Caballina. -El campo de fuerza azul está casi muerto.
-No te preocupes, -Dijo Potrillo. -Tu mano los estaba volviendo locos, pero suavicé la señal. Estamos a salo ahora.
Caballina escudo a su esposo con su propio cuerpo mientras los goblins deambulaban, aturdidos, por las ruinas de su casa. -Aún son criminales, Potrillo.
-Han cumplido su tiempo, -Dijo el centauro. -Esa fue una parada del tiempo concentrada. Casi un cien por ciento pura. Cinco segundos para nosotros fueron cinco años para ellos.
-¿Así que están rehabilitados? -Preguntó Caballina.
Potrillo recogió su camino alrededor de los pequeños incendios y pilas de escombros, que era todo lo que quedaba de su hogar familiar.
-Tanto como nunca lo estarán, -Dijo, guiando goblins confundidos hacia los postes aún en pie de su entrada. -Vayan a casa, -Les dijo. -Vayan con sus familias.
No había mucho que quedara de la sección trasera de la van, solo los huesos de un chasis y algunas cosas aplastadas. Potrillo metió su cabeza dentro del marco de la puerta y una voz dijo:
-Viejo, te he extrañado. Ha sido un largo tiempo ¿Cómo lo hicimos?
Potrillo sonrió y palmeó un estuche. -Lo hicimos bien, -Dijo, y luego agregó, -Viejo.