Hola, hola J
Bastante rápido para ser tan largo, así que aquí está, la 2° parte de 3.
Disfruten.
AVISO: me voy de vacaciones a donde no tengo internet mañana. Voy a tratar de adelantar todo lo posible y subirlo tan pronto pueda, pero no hay promesas.
AVISO: me voy de vacaciones a donde no tengo internet mañana. Voy a tratar de adelantar todo lo posible y subirlo tan pronto pueda, pero no hay promesas.
El niño apareció
bajo su ventana alrededor de la una de la madrugada, justo cuando Magnus había
podido finalmente distraerse y empezar a traducir un antiguo texto griego que
había estado en su escritorio por semanas. El brujo levantó la vista y notó al
niño caminando confundido fuera. Tenía nueve, tal vez diez años –un pequeño
punk de la calle East Village, con una remera de los Sex Pistols que
probablemente le pertenecía a algún hermano mayor, y un par de holgados
joggings* grises. Tenía un irregular corte de pelo casero. Y no llevaba abrigo.
Todas estas cosas,
sumadas a un niño en problemas y a su conocimiento callejero, más una cierta fluidez
al caminar, sugerían un hombre lobo. Magnus abrió la ventana.
-¿Estás buscando a alguien? –Lo llamó.
-¿Es usted el magnífico Bane?
-Seguro, -Dijo Magnus. –Continúa con eso. Espera un momento.
Abre la puerta cuando zumbe.
Se deslizó del
asiento en la ventana y fue hacia el timbre junto a la puerta. Escuchó rápidas
pisadas en los escalones. El niño estaba en un apuro. Magnus no había terminado
de abrir la puerta cuando entró. Una vez dentro y a la luz, la verdadera
extensión de la aflicción del chico era visible. Sus mejillas estaban altamente
sonrojadas y manchadas por rastros de lágrimas. Estaba sudando, a pesar del
frío, y su voz era temblorosa y apremiante.
-Debes ir. –Dijo mientras tropezaba al entrar. –Tienen a mi
familia, están aquí.
-¿Quiénes están aquí?
-Esos locos Cazadores de Sombras que volvieron loco a todo
el mundo. Están aquí. Tienen a mi familia. Debes ir, ahora.
-¿El Círculo?
El niño sacudió la
cabeza, no en desacuerdo sino en confusión. Magnus podía ver que no sabía lo
que el Círculo era, pero la descripción encajaba. El chico debía de estar
hablando de él.
-¿Dónde están? –Preguntó el brujo.
-En Chinatown. En el
refugio. –El niño casi temblaba de impaciencia. –Mi mamá escuchó que esos raros
estaba aquí. Ya mataron a todo un grupo de vampiros en Spanish Harlem más
temprano en la noche, dijeron que por haber matado mundanos, pero nadie escuchó
hablar de mundanos muertos, y un hada dijo que venían a Chinatown a por nosotros.
Así que mi mamá nos trajo al refugio, pero entraron. Pude salir por una
ventana. Mi mamá me dijo que viniera contigo.
La historia fue
contada en tal frenético y embrollado apuro que Magnus no tuvo tiempo de
desenredarlo.
-¿Cuántos son ustedes? –Pregnutó.
-Mi mamá y mi hermano y hermana y otros seis de mi manada.
Así que nueve hombres
lobo en peligro. La prueba había llegado, y lo había hecho tan rápido que
Magnus no tuvo tiempo de realmente registrar sus sentimientos o pensar en un
plan.
-¿Oíste algo de lo que dijo el Círculo? –Preguntó el brujo.
-¿De qué acusó a tu familia?
-Dijeron que nuestra manada anterior hizo algo, pero no
sabemos nada sobre ello. Eso no importa ¿o no? Los matarán de cualquier forma
¡Eso es lo que dicen todos! Debes ir.
Agarró la mano de
Magnus y lo empujó. El brujo se separó del niño y agarró una libreta y una
lapicera.
La última cosa que
hizo antes de irse fue escribir los detalles: dónde se encontraba el refugio
(un almacén) y qué temía que planeaba el Círculo hacer con los hombres lobo
dentro. Dobló el pedazo de papel, dándole forma de ave, y la envió con un golpe
de sus dedos y un estallido de chispas azules. El frágil pájaro de papel se
tambaleó en el aire como una hoja pálida, volando en la noche hacia las torres
de Manhattan, que cortaban la oscuridad como cuchillos brillantes.
No sabía por qué se
molestaba en enviar un mensaje a los Whitelaw. No pensaba que vendrían.
Magnus corrió por
Chinatown bajo señales de neón que titilaban y chisporroteaban, a través de la
bruma amarilla de la ciudad, que colgaba como fantasmas oradores de los
pasantes. Corrió junto a un grupo de personas drogadas en una esquina, y
finalmente llegó a la casa donde se encontraba el almacén, con su fino techo
sacudiéndose por el viento nocturno. Un mundano lo hubiera percibido más
pequeño de lo que realmente era, desgastado y obscuro, sus ventanas tapadas con
madera. Magnus vio las luces, Magnus vio la ventana rota.
Había una pequeña
voz en la cabeza del brujo, advirtiéndole, pero él había escuchado decir con
gran detalle lo que el Círculo de Valentine le hacía a los Subterráneos
vulnerables cuando los encontraban.
Magnus corrió hacia
el refugio, casi tropezándose con sus Doc Martens sobre el pavimento roto.
Alcanzó la puerta doble, con aureolas, coronas y espinas pintadas con spray, y
las abrió por completo.
En la habitación
principal, con sus espaldas contra la pared, estaba un grupo de hombres lobo,
aún, la mayoría de ellos, en forma humana, aunque Magnus podía ver dientes y
garras en algunos, agachados en posición defensiva.
Rodeándolos había un
grupo de jóvenes Cazadores de Sombras.
Todos se giraron
para ver a Magnus.
Incluso aunque los
Nefilims hubieran estado aguardando una interrupción, y los hombres lobo hubieran
estado deseando un salvador, aparentemente nadie esperaba tanto rosa eléctrico.
Los reportes sobre
el Círculo eran verdad.
Tantos de ellos eran
desesperadamente jóvenes, una generación completamente fresca, brillantes
nuevos guerreros que recién alcanzaban la adultez. Magnus no estaba
sorprendido, pero lo encontró triste y exasperante que debieran tirar el
esplendoroso principio de sus vidas a la basura con ese odio sin sentido.
Al frente del grupo
de Cazadores de Sombras, estaba parado un pequeño conjunto de personas que, a
pesar de su juventud, tenían un aire autoritario en ellas: el círculo dentro
del Círculo de Valentine. Magnus no reconoció a nadie que coincidiera con la
descripción que había escuchado del cabecilla.
El brujo no estaba
seguro pero pensaba que el líder actual del grupo era, o el hermoso chico rubio
de ojos azules, o el hombre joven a su lado de pelo oscuro y cara estrecha e
inteligente. Magnus había vivido por un largo tiempo, y podía identificar a los
miembros del grupo que actuaban como líderes de la manada. Ninguno de los dos
se veía imponente, pero el lenguaje corporal del resto los señalaba a ellos.
Estos dos eran flanqueados por un joven hombre y una mujer, ambos de pelo negro
y fieros rostros de halcón, y detrás del hombre estaba un guapo joven de pelo
rizado. Atrás de ellos habían otros
seis. Al otro lado de la habitación había una única puerta simple, no una doble
como la que había atravesado Magnus, sino una puerta interior que conducía a
otra recámara. Un Nefilim bajo y fornido se encontraba frente a ella.
Eran demasiados para
luchar, y también tan jóvenes y frescos de las aulas escolares de Idris que
Magnus nunca los había conocido. El brujo no había enseñado en la academia de
Cazadores de Sombras desde hacía décadas, pero recordaba los salones, las
lecciones del Ángel, las jóvenes cabezas vueltas hacia arriba, bebiendo de cada
palabra sobre su deber sagrado.
Y estos Nefilims
recientemente adultos habían salido de sus salones de clase para hacer esto.
-El Círculo de Valentine, presumo. –Dijo y los vio a todos
impresionarse por sus palabras, como si hubieran sido enseñados que los
Subterráneos no tenían sus propias formas de pasar la información al ser
cazados. –Pero no creo estar viendo a Valentine Morgenstern. Escuché que es lo
suficientemente carismático como para sacar a las aves de sus árboles y
convencerlas de vivir bajo el mar. Es alto, es devastadoramente atractivo, y
tiene cabello rubio platinado. Ninguno de ustedes encaja con esa descripción.
Magnus hizo una
pausa.
-Y tampoco son rubios
platinados.
Todos miraron
impactados al ser referidos de esa manera. Eran de Idris, y sin dudas que si
conocían brujos, los conocían como Ragnor, quien se aseguraba de ser
profesional y civilizado en todos sus tratos con Nefilims. Marian Whitelaw pudo
haberle dicho a Magnus que controlara su lengua rebelde, pero no había estado
impresionada con su forma de hablar. Estos niños estúpidos se contentaban con
odiar a la distancia, con pelear y nunca hablar con Subterráneos, con nunca
arriesgarse, ni por un momento, a ver a sus enemigos designados como cualquier
cosa parecida a una persona.
Pensaban que lo
sabían todo, y conocían tan poco.
-Soy Lucian Graymark, -Dijo el joven hombre con el delgado
rostro inteligente al frente del grupo. Magnus había escuchado el nombre antes:
el parabatai de Valentine, su segundo al mando, más querido que un hermano. A
Magnus no le gustó tan pronto habló. -¿Quién eres para venir aquí e interferir
en el cumplir con nuestro deber jurado?
Graymark sostuvo su
cabeza en alto mientras hablaba con una voz tan clara y autoritaria que
contradecía su edad. Era en todo sentido el hijo perfecto del Ángel, terco y
despiadado. Magnus miró sobre su hombro hacia los hombres lobo acurrucados al
fondo de la habitación.
El brujo levantó una
mano y pintó una línea de magia, una barrera brillante de azul y dorado. Hizo a
la luz arder tan ferozmente como cualquier espada del ángel podría haberlo
hecho, bloqueando el camino de los Nefilim.
-Soy Magnus Bane. Y ustedes están transgrediendo la ley en
mi ciudad.
Eso obtuvo una
pequeña risa. -¿Tu ciudad? –Dijo Lucian.
-Necesitan dejar a esta gente irse.
-Estas criaturas, -Dijo Lucian. –son parte de la manada de
lobos que mataron a los padres de mi parabatai. Los rastreamos hasta aquí.
Ahora podemos ejercer la justicia de los Cazadores de Sombras, tal y como es
nuestro derecho.
-¡Nosotros no matamos a ningún Cazador de Sombra! –Dijo la
única mujer entre los hombres lobo. –Y mis hijos son inocentes. Matar a mis niños
sería asesinato. Bane, tienes que hacer que los suelten. Él tiene a mi…
-No escucharé más de tu lloriqueo de
perro mestizo. –Dijo el hombre joven con la cara de halcón, el parado al lado
de la mujer pelinegra. Se veían como un set de pareja, y las expresiones en sus
rostros eran igualmente feroces.
Valentine no era famoso por su piedad, y Magnus no confiaba en el
Círculo compadeciéndose de los niños.
Los hombres lobo pueden haber estado parcialmente cambiados de humanos a
lobo, pero no se veían listos para luchar y Magnus no sabía por qué. Habían
demasiados Nefilims para estar seguro de poder vencerlos por su cuenta. Lo
mejor que podía esperar era entretenerlos conversando y poder implantar la duda
en alguno del Círculo, o que Catarina vendría, o los Whitelaw, y que se
pondrían del lado de los Subterráneos y no de su propia raza.
Era una esperanza muy pequeña, pero era todo lo que tenía.
Magnus no pudo evitar mirar de nuevo al joven rubio al frente del grupo.
Había algo terriblemente familiar en él, como también una sombra de sensibilidad
en su boca y dolor en los profundos pozos azules de sus ojos. Había algo que
hacía que Magnus lo mirara como la única oportunidad de lograr que el Círculo
se desviara de su propósito.
-¿Cuál es tu nombre? –Preguntó el
brujo.
Esos ojos azules se estrecharon.
–Stephen Herondale.
-Solía conocer a los Herondale muy
bien, hace mucho. –Dijo Magnus, y vio que fue un error por el modo que Stephen
Herondale se encogió. El Nefilim sabía algo, entonces había escuchado algunos
oscuros rumores sobre su árbol familiar, y estaba desesperado para probar que
no era verdad. Magnus no sabía que tan desesperado Stephen Herondale estaba y
no tenía deseos de averiguarlo. El brujo continuó, dirigiéndose a todos en
general: -Siempre fui amigo de los Cazadores de Sombras. Conozco a muchas de
sus familias, volviendo atrás cientos de años.
-No hay nada que podamos hacer para
corregir el cuestionable juicio de nuestros ancestros. –Dijo Lucian.
Magnus odiaba a este tipo.
-También, -Continuó el brujo, explícitamente
ignorando a Lucian Graymark, -Encuentro su historia sospechosa. Valentine está
listo para cazar a cualquier Subterráneo bajo cualquier pequeño pretexto ¿Qué
le hicieron los vampiros que mató en Harlem?
Stephen Herondale frunció el ceño y miró a Lucian, quien de a turnos se
veía afligido, pero dijo, -Valentine me dijo que fue a la cacería de unos
vampiros que rompieron los Acuerdos allí.
-Oh, los Subterráneos somos todos
tan culpables. Y eso es muy conveniente para ustedes ¿o no? ¿Qué pasa con sus
niños? El chico que vino a buscarme tiene unos nueve ¿Ha estado cenando carne
Nefilim?
-Las crías se aferran a cualquier
hueso que sus mayores les tiren. –Murmuró la mujer de pelo negro, el hombre a
su lado asintió.
-Maryse, Robert, por favor
¡Valentine es un hombre honrado! –Dijo Lucian, su voz subiendo mientras se
giraba para hablarle a Magnus. –Él no lastimaría a un niño. Valentine es mi
parabatai, mi más amado hermano en armas. Su lucha es la mía. Su familia ha
sido destruida, los Acuerdos han sido rotos, y él se merece y tendrá su
venganza. Hazte a un lado, brujo.
Lucian Graymark no tenía un arma en la mano, pero Magnus vio que la
mujer de pelinegra, Maryse, detrás de él, tenía una espada brillando entre sus
dedos. El brujo miró nuevamente a Stephen y se dio cuenta de exactamente por
qué su cara le era tan familiar. Rubio y de ojos azules, era una versión más
etérea y delgada de un joven Edmund Herondale, como si Edmund hubiera vuelto
del cielo, doblemente angelical. Magnus no había conocido a Edmund por mucho,
pero había sido el padre de Will Herondale, quien fue uno de los pocos
Cazadores de Sombras que Magnus alguna vez consideró un amigo.
Stephen lo vio mirándolo. Sus ojos se estrecharon tanto que ese dulce
azul se perdió y parecían negros.
-¡Suficiente de este aparte con
este engendro del demonio! –Dijo Stephen. Sonaba a estar citando a alguien, y
Magnus creía saber a quién.
-Stephen, no… -Ordenó Lucian, pero
el rubio Stephen ya había tirado un cuchillo en dirección a uno de los hombres
lobo.
Magnus agitó su mano e hizo que el cuchillo callera al suelo. Miró a los
hombres lobo. La mujer que había hablado le respondió la mirada con intensidad,
como tratando de transmitirle un mensaje usando sólo sus ojos.
-¿Esto es en lo que la moderna
juventud Nefilim se convirtió? –Preguntó Magnus. –Déjenme ver, ¿Cómo es que
dice su pequeño cuento de dormir sobre lo super-hiper-especiales que son?...
Ah, sí: A lo largo de los años, su mandato fue proteger a la humanidad, luchar
contra las fuerzas malignas hasta que sean finalmente derrotadas y el mundo
pueda vivir en paz. Ustedes no parecen estar terriblemente interesados en la
paz o en proteger a nadie ¿Contra qué están luchando exactamente?
-Yo estoy luchando por un mundo
mejor para mí y para mi hijo. –Dijo la mujer llamada Maryse.
-No tengo interés en el mundo que
quieres. -Le dijo Magnus, -O en tu, sin duda alguna, mocoso repelente, debo
añadir.
Robert sacó una daga de su manga. El brujo no estaba preparado para
gastar toda su magia desviando dagas. Alzó una mano y toda la iluminación del
cuarto se apagó. Sólo el ruido y el
brilló de neón de la ciudad entraba, sin proveer la suficiente luz para ver,
pero Robert tiró la daga de todas formas. Entonces fue cuando el vidrio de las
ventanas se rompió y oscuras formas entraron: Rachel Whitelaw aterrizó con un
rol en el piso frente a Magnus y recibió el cuchillo destinado a él en su
hombro.
El brujo podía ver mejor en la oscuridad que la mayoría. Vio que, más
allá de toda esperanza, los Whitelaw habían acudido. Marian Whitelaw, la cabeza
del instituto; su esposo, Adam; el hermano de Adam; y los jóvenes primos
Whitelaw a quienes Marian y Adam habían acogido después de la muerte de sus
padres. Los Whitelaw ya habían estado luchando esta noche. Sus trajes estaban
manchados con sangre y rotos, y Rachel Whitelaw estaba claramente herida. Había
sangre en el pelo gris, corte a lo garçon, de Marian, pero Magnus
no pensaba que fuera de ella. Marian y Adam Whitelaw, hasta donde el brujo
sabía, no habían sido capaces de tener sus propios hijos.
Se decía que adoraban tanto a los jóvenes
primos que vivían con ellos, que siempre hacían un escándalo sobre cualquier
joven Cazador de Sombras que fuera a su Instituto. Los miembros del Círculo
deben de haber sido colegas de los primos Whitelaw, deben de haber crecido
juntos en Idris. El Círculo estaba perfectamente diseñado para ganar la
simpatía de la familia.
El Círculo había entrado, de todas formas, en pánico. No podían ver como
lo hacía Magnus. No sabían quienes los atacaban, sólo que alguien había venido
en el auxilio del brujo. Magnus vio el blandir de las espadas y oyó el sonido
de las hojas al chocar, tan alto que era casi imposible escuchar los comandos
de alto y de bajar las armas que Marian Whitelaw le daba al Círculo. Él se preguntó quién del Círculo siquiera notó
contra quién estaban peleando. Conjuró una pequeña luz en su palma y buscó a la
mujer hombre lobo. Debía saber por qué los hombres lobo no atacarían.
Alguien lo golpeó. Magnus observó los ojos de Stephen Herondale.
-¿Nunca tienes dudas sobre
todo esto? –Resolló el brujo.
-No, -Jadeó Stephen. –Perdí
demasiado, sacrifiqué demasiado por esta gran causa, y nunca le daré la
espalda.
Mientras hablaba, levantó su cuchillo hacia la garganta de Magnus. El
brujo calentó el mango en la mano del joven hasta que lo soltó.
A Magnus de pronto no le importaba qué había Stephen sacrificado, o el dolor en sus ojos azules. Quería al niño fuera de este mundo. El brujo quería
olvidar haber visto la cara de Stephen Herondale tan llena de odio y tan
parecida a caras que Magnus había amado. El inmortal recitó un nuevo encanto en
su mano, y estuvo a punto de lanzárselo a su atacante, cuando un pensamiento lo
detuvo. No sabía cómo podría mirar a Tessa a la cara de nuevo si mataba a uno
de sus descendientes.
Entonces, Marian Whitelaw se posicionó a la luz del hechizo brillando en
la palma de Magnus, y Stephen empalideció de la sorpresa.
-¡Señora, es usted! No
deberíamos… somos Cazadores de Sombras. No deberíamos estar peleando por ellos.
Son Subterráneos. –Siseó Stephen. –Se van a volver contra ti como los perros
desleales que son. Esa es su naturaleza. No vale la pena luchar por ellos ¿Qué
dice?
-No tengo ninguna prueba de
que estos hombres lobo hayan roto los Acuerdos.
-Valentine dijo,
-Comenzó Stephen, pero Magnus escuchó la
duda en su voz. Lucian Greymark podía creer que sólo cazaban a Subterráneos que
hayan roto los Acuerdos, pero Stephen al menos sabía que estaban actuando como
justicieros más que como Nefilims respetuosos de las leyes. Stephen lo había
estado haciendo de cualquier manera.
-No me importa lo que
Valentine Morgenstern dice. Yo digo que la Ley es dura. –Replicó Marian. Sacó
su espada y la blandió contra la de Stephen.
Sus ojos se encontraron, brillantes, por sobre sus hojas.
Marian continuó con suavidad, -Pero es la
ley. No tacarán a estos Subterráneos mientras yo, o alguien de mi sangre, viva.
El caos hizo erupción, pero las más oscuras
imaginaciones de Magnus habían probado ser incorrectas. Cuando se habían unido a la pelea, hubieron
Cazadores de Sombras de su lado luchando con él contra Cazadores de Sombras,
luchando por Subterráneos y los Acuerdos de paz a la que todos habían accedido.
La primer baja fue el Whitelaw más joven.
Rachel Whitelaw embistió a la mujer llamada Maryse, y la pura ferocidad del
ataque hizo retroceder a Maryse tanto que Rachel casi la tuvo. Maryse tropezó
pero se recompuso, tanteando por una nueva espada. Entonces, el hombre de pelo
negro, Robert, quien Magnus pensó que era el esposo, arremetió contra Rachel y
la atravesó.
Rachel se encorvó con la punta de la espada
del hombre perforándola como un clip, como a una mariposa.
-¡Robert! –Dijo Maryse en voz
baja, como si no pudiera creer lo que pasaba.
Robert sacó su espada del pecho de la niña y
esta se desplomó sobre el suelo.
-Rachel Whitelaw acaba de ser
asesinada por un Cazador de Sombras. –Gritó Magnus, e incluso entonces pensó
que Robert gritaría que sólo estaba defendiendo a su esposa. Magnus creyó que
los Whitelaw preferirían bajar sus armas antes que seguir derramando sangre
Nefilim.
Pero Rachel había sido el bebé de la familia,
la mascota especial de todos. Los Whitelaw, como uno, rugieron en desafío y se
arrojaron a la lucha con una ferocidad redoblada.
Adam Whitelaw, un impasible hombre viejo de
cabello blanco quien siempre parecía seguir a su esposa, cargó contra el
Círculo de Valentine, sacudiendo una resplandeciente hacha por sobre su cabeza,
y derribó a todo aquel que se paró frente a él.
Magnus se dirigió hacia los hombres lobo,
hacia la mujer quien había sido la única en permanecer humana, incluso aunque
sus dientes y garras estaban creciendo rápidamente.
-¿Por qué no estás peleando?
–Le demandó.
La mujer hombre lobo lo miró como si fuera
imposiblemente estúpido.
-Porque Valentine está aquí.
–Dijo cortante. –Porque tiene a mi hija. La llevó allí, y dijeron que si nos
movíamos la matarían.
Magnus no tuvo un momento para reflexionar
sobre lo que Valentine le haría a una pequeña niña Subterránea indefensa. Elevó
una mano y levantó del suelo al Cazador de Sombras bajo y fornido de la puerta
simple al fondo de la habitación, luego, corrió hacia ella.
Escuchó los gritos a su espalda de los
Whitelaw demandando: “Bane, ¿dónde estás?”; y un grito, que Magnus pensó era de
Stephen, diciendo: “¡Va tras Valentine! ¡Mátenlo!”
Detrás de la puerta, oyó un sonido bajo y
horrible. La abrió de un empujón.
Del otro lado, había un pequeño cuarto
ordinario, del tamaño de un dormitorio, aunque no había camas, sólo dos
personas y una silla. Allí estaba un hombre alto con una cascada de cabello
rubio platinado, usando el negro de los Cazadores de Sombras. Él estaba
inclinado sobre una niña que parecía de doce. Ella estaba atada a la silla con
cuerda de plata y hacía un terrible sonido grave, una mezcla entre gemido y
lloriqueo.
Sus ojos brillaban, Magnus pensó por un
momento que la luz de luna los convertía en espejos.
Su error duró un cortísimo instante. Luego
Valentine se movió un poco y el resplandor de los ojos de la niña se resolvió ante
la visión del brujo. El brillo no eran sus ojos. La luz de luna centelleante
eran monedas de plata presionadas contra ellos,
pequeñas volutas de humo escapaban desde debajo de los discos luminosos,
como los pequeños sonidos de entre sus labios. Ella trataba de suprimir el son de
su dolor por el miedo que tenía a lo que Valentine fuera a hacerle a
continuación.
-¿A dónde fue tu hermano?
–Demandó Valentine, y los quejidos de la niña continuaron, pero sin decir nada.
Magnus sintió por un momento que se convertía
en una tormenta, con negras nubes arremolinándose, el retumbar de los truenos y
el partir de los rayos, y toda esa tempestad quería descargarse contra la
garganta de Valentine. La magia de Magnus arremetió por voluntad casi
propia, saltando de ambas manos. Era como un rayo, ardiendo tan azul que por
poco parecía blanco. Golpeó a Valentine, derribándolo contra una pared, tan
fuerte que se formó una grieta, para luego deslizarse hasta el suelo.
Ese único acto gastó demasiado el poder de Magnus, pero no podía pensar
en eso ahora. Corrió hacia la silla de la niña y la desató, luego tocó su
rostro con dolorosa amabilidad.
Ella estaba llorando más libremente ahora, encogiéndose y sollozando
bajo sus manos.
-Calla, calla. Tu hermano me envió.
Soy un brujo; estás a salvo. –Le murmuró tomándola del cuello.
Las monedas estaban lastimándola. Debían ser
quitadas ¿Pero, removiéndolas, no le haría más daño? Magnus podía sanar, pero
nunca había sido su especialidad como Catarina, y no tenía que curar a hombres
lobo seguido. Ellos eran tan resistentes. Él sólo podía desear que ella fuera
fuerte ahora.
Levantó las monedas lo más gentilmente que
pudo y las tiró contra la pared.
Era demasiado tarde. Había sido demasiado
tarde antes de que siquiera entrara en la habitación. Se había quedado ciega.
Los labios de la niña se separaron y dijo:
-¿Está mi hermano a salvo?
-Tan a salvo como podría
estar, cariño. –Dijo Magnus. –Te llevaré con él.
Tan pronto como dijo la palabra “él”, sintió
una cuchilla fría hundirse en su espalda, y su boca llenarse con sangre
caliente.
-Oh, ¿Cómo lo harás?
–Preguntó la voz de Valentine en su oído.
La espada se deslizó fuera de su espalda,
hiriéndolo tanto como lo había hecho al haber entrado. Magnus apretó los
dientes y agarró el respaldo de la silla con más fuerza, manteniéndose a sí
mismo arqueado sobre la niña para protegerla, y giró la cabeza para encarar a
Valentine.
El hombre rubio platinado se veía más viejo
que los otros líderes, pero Magnus no estaba seguro de si era en realidad mayor
o si su frío propósito hacía que su rostro pareciera estar tallado en mármol.
El brujo quería aplastarlo.
La mano de Valentine se movió y Magnus apenas
logró tomar la muñeca de Valentine antes de encontrar su cuchillo en su pecho.
El brujo se concentró, haciendo que la palma
de su mano ardiera y electricidad azul circulara por sus dedos. Hizo que el
contacto quemara como la plata lo había hecho con la niña, y rió al escuchar el
siseó de dolor de Valentine.
Valentine no preguntó su nombre como los
otros, no lo trató como una persona, precisamente. Él simplemente lo miraba con
ojos fríos, de la misma manera que cualquiera observa a un animal desagradable
en su camino, impidiendo su progreso.
-Interfieres en mis negocios,
brujo.
Magnus escupió sangre en su cara. –Tú
torturas a un niño en mi ciudad. Nefilim.
Valentine usó su mano libre para golpear al
brujo y mandarlo de espaldas, tambaleándose. Valentine giró y lo siguió y
Magnus pensó: Bien. Significaba que se estaba alejando de la niña.
Era ciega, pero un hombre lobo, su oído y
olfato eran tan importantes como su vista. Podía correr y encontrar el camino
hacia su familia.
-Pensé que estábamos jugando
a un juego en el que decíamos lo que era la otra persona y lo que hacíamos. –Le
dijo Magnus. -¿Lo hice mal? ¿Puedo tratar de adivina de nuevo? ¿Estás rompiendo
tus propias leyes sagradas, idiota?
Miró a la niña, esperando que corriera, pero
parecía congelada en su lugar con terror. Magnus no se atrevía a llamarla en
caso de atraer la atención de Valentine.
El brujo alzó una mano, bosquejando un
hechizo en el aire, pero Valentine lo vio venir y lo evadió. Saltó contra una
pared, con la velocidad de los Nefilim, para lanzarse contra Magnus, tirando de
sus piernas. Cuando el inmortal cayó, Valentine lo golpeó brutalmente fuerte.
Sacó una espada y la bajó. El brujo rodó para así que lo golpeara de refilón en
las costillas, cortando la camisa y piel, pero no los órganos vitales. No esta
vez.
Magnus deseo con sinceridad, no morir aquí,
en este almacén frío, lejos de cualquiera a quien amara. Trató de levantarse
del suelo, pero estaba resbaloso con su propia sangre, y los retazos de magia
que le quedaban no eran suficientes para sanar o pelear, menos que menos ambos.
Marian Whitelaw se paró frente a él, con sus
espadas desenvainadas y nuevas runas brillando en sus brazos. Su cabello brillaba
plateado ante su visión borrosa.
Valentine blandió su espada y la cortó casi a
la mitad.
Magnus jadeó, su salvación perdida tan pronto
como la había encontrado, entonces giró su cabeza al sonido de más pasos sobre
la piedra.
Había sido un tonto por haber esperado otro
rescate. Vio a uno de los del Círculo de Valentine parado en la entrada con sus
ojos puestos sobre la niña hombre lobo.
-¡Valentine! –Gritó Lucian Graymark.
Corrió hacia la chica y Magnus se tensó, enrollado listo para saltar, pero se
detuvo al ver a Lucian recoger a la nena y girar hacia su maestro. -¿Cómo
pudiste hacer esto? ¡Es una niña!
-No, Lucian. Ella es un
monstruo con la forma de niña.
Lucian sostenía a la chica, su mano en el
pelo de ella, acariciándola y relajándola. Magnus comenzaba a pensar que puede
haber juzgado realmente mal a Lucian Graymark. La cara de Valentine estaba
blanca como el hueso. Parecía una estatua, ahora más que nunca.
Valentine dijo, lentamente. -¿No me
prometiste obediencia incondicional? Dime, ¿Qué uso le tengo a un segundo en
comando que me socava de esta forma?
-Valentine, te quiero y
comparto tu dolor. –Dijo Lucian, -Sé que eres un buen hombre. Sé que si te
detienes y reflexionas verás que esto es una locura.
Cuando Valentine dio un paso hacia él, Lucian
dio uno hacia atrás. Curvó su mano de forma protectora sobre el cabello de la
niña lobo mientras ella se aferraba a él con sus pequeñas piernas enganchadas
alrededor de su cintura; su otra mano se removía como si fuera a ir por un
arma.
-Muy bien. –Dijo finalmente
Valentine con gentileza. –Que sea a tu manera.
Se hizo a un lado para dejar a Lucian Graymark
pasar a través de la puerta, hacia el corredor, y de vuelta a la habitación
donde los hombres lobo pensaron que estarían a salvo.
Dejó a Lucian devolverle a los hombres lobo,
su hija, y lo siguió a una cierta distancia.
Magnus no confió en Valentine ni por un
instante. No creería que la niña estaba
a salvo hasta que se encontrara en los brazos de su madre.
Lucian Graymark le había dado al brujo tiempo
suficiente como para reunir su magia. Se concentró y sintió su piel soldarse a
medida que su poder se desvanecía.
Se levantó del suelo y corrió tras ellos.
La pelea en la habitación que habían dejado
se había tranquilizado, pero porque habían muchos cuerpos. Alguien había
logrado volver a encender las luces. Había un lobo yaciendo muerto en el piso,
transformándose, centímetro a centímetro, en un joven hombre pálido. Otro
muchacho falleció a su lado, uno del Círculo. Y, en la muerte, no se veían tan
diferentes.
Muchos de los Cazadores de Sombras en el
Círculo de Valentine permanecían de pie. Ninguno de los Whitelaw lo estaba.
Maryse Lightwood tenía la cara en sus manos. Algunos otros estaban visiblemente
perturbados. Ahora, las sombras y el frenesí de la batalla habían retrocedido,
y habían sido dejados a la luz de lo que habían hecho.
-Valentine. –Dijo Maryse, su
voz implorante a medida que su líder se acercaba. –Valentine ¿Qué hemos hecho?
Los Whitelaw están muertos… Valentine…
Todos miraban a Valentine cuando se acercaba,
apiñándose contra él como niños asustados, no como adultos. Debe de haberlos
agarrado cuando eran muy jóvenes, pensó Magnus, pero se encontró a sí mismo
incapaz de preocuparse por si les habían lavado el cerebro o engañado, no
después de lo que habían hecho. Parecía que no había más pena en él.
-No hicieron nada mas que
tratar de defender la Ley. –Dijo Valentine. –Saben que todos los traidores a
nuestra raza deben pagar algún día. Si hubieran elegido hacerse a un lado,
creernos, sus compañeros hijos del Ángel, estarían todos bien.
-¿Qué hay de la clave? –Dijo
el hombre de pelo rizado con una nota de desafío en su voz.
-Michael, -Murmuró el esposo
de Maryse.
-¿Qué de ellos, Wayland?
–Preguntó Valentine, cortante. –Los Whitelaw murieron por unos hombres lobo
rebeldes. Es la verdad y eso le diremos a la Clave.
El único del Círculo de Valentine que no
estaba escuchando desesperadamente, era Lucian Graymark. Él hizo su camino hasta la mujer lobo y puso
a la pequeña en sus brazos. Magnus escuchó a la mujer jadear al ver los ojos de
su hija. Escuchó el comienzo de un suave llanto. Lucian permaneció al lado de
madre e hija, viéndose profundamente afligido, luego cruzó el suelo con pisadas
repentinamente determinadas.
-Vámonos, Valentine. –Dijo.
–Todo esto con los Whitelaw fue… fue un terrible accidente. No podemos tener a
nuestro Círculo sufriendo por esto. Deberíamos irnos, ahora. Estas criaturas no
merecen nuestro tiempo, ninguna de ellas. Estos hombres lobo son sólo
extraviados que se alejaron de su manada. Ambos vamos a ir de caza al
campamento de hombres lobo donde la verdadera amenaza yace esta noche. Vamos a
hacer caer al líder de la manada, juntos.
-Juntos. Pero mañana al crepúsculo
¿Vienes a casa hoy? –Preguntó Valentine en voz baja. –Jocelyn tiene algo que
decirte.
Lucian apretó el brazo de Valentine,
claramente aliviado. –Por supuesto. Cualquier cosa por Jocelyn. Cualquier cosa
por cualquiera de ustedes dos. Lo sabes.
-Amigo mío, -Dijo Valentine.
–Lo hago.
Valentine tomó el brazo de Lucian en
respuesta, pero Magnus notó la mirada que le ofreció. Había amor allí, pero
también odio, y este último estaba ganando. Era tan claro como la aleta de un
tiburón plateado en las oscuras aguas de los oscuros ojos de Valentine. Había
muerte en aquellos ojos.
El brujo no estaba sorprendido. Había visto a
muchos monstruos que podían amar, pero sólo unos pocos que habían dejado que el
amor los cambiara, quienes habían sido capaces de transformar el amor de una
persona en amistad hacía varias.
Recordó la cara de Valentine como el líder
del Círculo que había partido a Marian Whitelaw en dos sangrientas mitades, y
Magnus se preguntó que sería vivir con alguien como Valentine, se preguntó cómo
era para su esposa, a quien Marian había descripto como encantadora. Podías
compartir tu cama con un monstruo, recostar tu cabeza en la misma almohada que
otra cabeza llena de asesinatos y locura. Él mismo lo había hecho.
Pero el amor ciego no dura. Un día levantas
la cabeza de la almohada y ves la pesadilla
que estás viviendo.
Lucian Graymark podía ser el único del lote
por el que valiera la pena preocuparse, y Magnus apostaría que podía darse como
muerto.
El brujo había cometido un terrible error al
dejar que el pasado lo engañara; había cometido un error al pensar que alguien
con rastros de bondad en él era Stephen Herondale. Magnus miró a Stephen, a su
hermosa cara y su débil boca. Tuvo un repentino impulso de decirle al Cazador
de Sombras que había conocido y amado a su ancestro, que Tessa estaría
decepcionada de él. Pero no quería que el Círculo se acordara y fuera tras su
amiga.
Magnus no dijo nada. Stephen Herondale había
elegido su lado, y él, el suyo.
El Círculo de Valentine se retiró del
almacén, marchando como un ejército.
Magnus corrió hacia donde Adam Whitelaw yacía
en un charco de sangre, con su brillante hacha, sosa e intacta en la misma
charca.
-¿Marian? –Preguntó Adam. El
brujo se arrodilló sobre la sangre, sus manos buscando y cerrando las peores
heridas. Habían tantas… demasiadas.
Magnus miró a los ojos de Adam, de donde la
luz se desvanecía, y supo que el hombre leyó la respuesta en su cara antes de
que el brujo pensara en mentirle.
-¿Mi hermano? –Preguntó el
Nefilim. -¿Los… los niños?
Magnus miró alrededor de la habitación, a los
muertos. Cuando regresó su vista, Adam Whitelaw había girado el rostro y
colocado su boca de manera que no mostrara dolor o pena. El brujo usó toda la
magia restante para aliviar su dolor, y, al final, Adam levantó una mano y
detuvo a la de Magnus, descansando su cabeza en el brazo del inmortal.
-Suficiente, brujo. –Dijo, su
voz áspera. –No… no viviría si pudiera. –Tosió, un sonido húmedo y terrible, y
cerró los ojos.
-Ave atque vale, Cazador de
Sombras. –Susurró Magnus. –Tu ángel estará orgulloso.
Adam Whitelaw no parecía escuchar. Fue sólo
un momento después que el último de los Whitelaw murió en sus brazos.
La Clave creyó que los Whitelaw habían sido
asesinatos por hombres lobo rebeldes, y nada que Magnus dijera hizo ninguna
diferencia. Él no había esperado que le creyeran.
Apenas sabía por qué había hablado, excepto
porque los Nefilims preferían claramente que se mantuviera callado.
Magnus esperó la vuelta del Círculo.
El grupo no regresó a Nueva York de nuevo,
pero el brujo los vio nuevamente. Los vio en el levantamiento.
No mucho después de la noche del almacén,
Lucian Graymark desapareció como si hubiera muerto, y Magnus asumió que lo
había hecho. Entonces, un año después, el brujo escuchó nuevamente de Lucian.
Ragnor Fell le contó que había un hombre lobo que una vez había sido Cazador de
Sombras, y que estaba extendiendo la palabra de que el momento había llegado de
que el Submundo estuviera listo para luchar contra el Círculo. Valentine
desveló su plan y armó a su grupo para el tiempo en que los Acuerdos de paz
entre Nefilims y Subterráneos estaban por ser firmados de nuevo. Su Círculo
liquidó a Cazadores de Sombras y Subterráneos por igual en el Gran Salón del
Ángel.
Gracias a la advertencia de Lucian Graymark,
los Subterráneos fueron capaces de correr hacia el Salón y sorprender al
Círculo de Valentine. Habían sido advertidos y también muy bien armados.
Los Cazadores de Sombras sorprendieron a
Magnus entonces, como los Whitelaw lo habían hecho antes. La Clave no abandonó
a los Subterráneos y se unió al Círculo. La vasta mayoría de ellos, de la Clave
y de los líderes de Institutos, hicieron la elección que los Whitelaw habían
hecho antes que ellos. Pelearon por sus alianzas juradas y por la paz, y el
Círculo de Valentine fue vencido.
Pero una vez la batalla hubo terminado, los
Cazadores de Sombras culparon a los Subterráneos por las muertes de tanta de su
gente, como si la batalla haya sido la idea del Submundo. Los Nefilims se
enorgullecían de su justicia, pero la que le daban al tipo de Magnus siempre
fue glacial.
Las relaciones entre ambos grupos no
mejoraron. El brujo perdió la esperanza de que alguna vez lo hicieran.
Especialmente cuando la Clave mandó a los
últimos miembros del Círculo, a los Lightwood y a Hodge Starkweather, a la ciudad de Magnus, para expiar por sus
crímenes al dirigir el Instituto de Nueva York como exiliados de la Ciudad de
Cristal.
Los Cazadores de Sombras eran apenas
suficientes después de la masacre, y no podían ser repuestos sin la Copa
Mortal, que parecía haberse perdido con Valentine. Los Lightwood sabían que
habían sido tratados piadosamente debido a sus altas conexiones en la Clave, y
que si tenían un solo desliz, la Clave los aplastaría.
Raphael Santiago de los vampiros, quien le
debía a Magnus un favor o veinte, reportó que los Lightwood eran distantes,
pero escrupulosamente justos con todo Subterráneo con el que se ponían en
contacto. El brujo sabía que, tarde o temprano, tendría que trabajar con ellos,
aprender a ser civilizado con ellos, pero prefería que fuera tarde. Toda la
sangrienta tragedia del Círculo de Valentine había acabado, y Magnus prefería
no volverse a ver a la oscuridad del pasado, sino que soñar con luz.
Por más de dos años después del
levantamiento, Magnus no vio a nadie del Círculo de Valentine de nuevo. Hasta
que lo hizo.
*Pantalones
deportivos. Dependiendo del país también pueden ser Pants o Pantalones de
chándal, según tengo entendido.