domingo, 2 de noviembre de 2014

Arder/Quemar - Capítulos 57: Adecuado y 58: Cabeza de Muñeca - TRADUCIDOS - Julianna Baggott

IL CAPITANO
ADECUADO
Nuestras vidas no son accidentes. Este es el inicio, no un final. Haz lo que debas hacer.
Bradwell lo lee una y otra vez, en voz alta, con los dedos pellizcando las puntas de la pequeña tira de papel.
Sus manos tiemblan tanto que el cisne dibujado a mano parece sacudirse. –¿Cómo demonios vamos a derribarla sin bacteria? –Dice.
-Mierda si lo sabré. –Dice Il Capitano.
-¡Mierda! –Dice Helmud enojado.
Afuera, la gente empieza agitarse, a hacer ruido—han habido un par de gritos y canticos poco claros.
Desde su cama, Il Capitano encuentra una vista de la multitud reuniéndose a través de las estanterías ennegrecidas y los muros derrumbados.
-¿Qué está pasando allí afuera? -Dice Bradwell.
-Ni idea. –Dice Il Capitano.
Pero entonces, el gentío se parte y Nuestra Buena Madre, flanqueada por todas partes por Madres, avanza a zancadas hacia los restos de la escuela primaria. Está envuelta en pieles, excepto por las partes desnudas en su bíceps, donde la boca del bebé está alojada, e Il Capitano sabe que viene para encontrarlos a él y Bradwell. Una vez esté en la habitación, será capaz de ver los pequeños labios fruncidos del bebé.
El niño lo asusta más que nada.
-Está aquí. –Dice Il Capitano.
-¿Quién?
-Nuestra Buena Madre. Siento como si me fuera a meter en líos. –Dice Il Capitano. –Espero que no esté armada.
-Siempre está armada. –Dice Bradwell
-Siempre. -Dice Helmud.
Il Capitano sube una fina sábana para cubrirse, como si fuera a servir como alguna clase de protección. –Odio cuando las madres nos dicen Muertos.
-Odio cuando Nuestra Buena Madre nos dice algo en absoluto.
La lona puesta entre dos estanterías es corrida. Nuestra Buena Madre la atraviesa seguida por tres otras Madres que se detienen junto a la entrada.
-Déjenos solos por un momento. –Ella dice. –Hagan guardia en la puerta. –Las mujeres miran a Il Capitano y Bradwell, después se van reluctantes.
-No creo que nos hayas visitado antes. –Dice Bradwell. -¿Cuál es la ocasión?
-No tomes un tonito conmigo, Muerto. Estoy aquí fuera por bondad de mi corazón. –Mira a Il Capitano, su cara moteada con moretones. –Así que finalmente obtuvieron su venganza.
-Quizás no toda. –Dice Il Capitano.
-Toda. –Dice Helmud, no estando de acuerdo.
-Bueno, no puedes culparlos. –Dice ella.
Il Capitano no responde. Se culpa a sí mismo, y el sentimiento es nuevo y extraño. No le gusta.
-¿Por qué estás aquí? –Dice Bradwell.
-Estoy aquí porque me necesitan. –Dice Nuestra Buena Madre.
-¿En serio? –Dice Bradwell. –Porque siento como si ya tuviéramos un show bastante de grande aquí. Podríamos estar listos. –Il Capitano sabe que Bradwell no quiere estar en deuda con Nuestra Buena Madre. Ella tiene una manera brutal de saldar deudas.
-Por favor—están desorganizados, desarmados, y son débiles. Y creo que les está faltando algo muy precioso ¿Tengo razón?
Bradwell abre la boca para decir algo, pero Il Capitano lo interrumpe. -¿Qué es eso? ¿Qué tienes?
-Hemos estado siguiéndolos—sólo vigilando. Y dejaron algo atrás. Saben qué es. –Dice con evasivas.
-No me estás entendiendo. –Dice Il Capitano. –No estoy convencido de que
sepas qué es.
-Sé que es pequeño. Sé que es poderoso. Sé que es esencial para tu plan. Sé que si uno de ustedes emprende hacia la Cúpula solo, o incluso si van juntos, los matarán en el proceso ¿Notaron estas nuevas armas brillantes que ahora están sobre el techo de la Cúpula—¿una guirnalda de armamento?
-¿Qué? –Dice Bradwell. -¿Armas nuevas?
-Se están preparando para la guerra. –Dice Nuestra Buena Madre. -¿Y ustedes? -Las alas masivas del chico se despliegan y agitan. -Será una masacre de todas formas ¿Por qué no los ayudamos a derribar la Cúpula y hacerlo una lucha justa?
Il Capitano sacude la cabeza. –No puedo entrar en pelea. –Dice. –No lo haré. Ese ya no es quien soy—nunca más.
-Este no tiene que ser un acto de agresión. –Dice Bradwell. –No tenemos que estar atacándolos. Estamos asaltando a la Cúpula en sí misma. Podríamos estar liberándolos.
-Esperas acercarte con tu pequeña entrega especial ¿correcto? –Empieza Nuestra Buena Madre. -Tenemos que estar preparados para la posibilidad de que se le haya escapado a Pressia—o que le hayan sacado información de tu
arma a los golpes. Deben de saber una buena parte, de hecho. Si rodeamos la Cúpula y vamos todos a la vez, no sabrán quién tiene esta entrega especial. Podría ser cualquiera ¿Dónde empezar a disparar? ¿Cómo iniciar la masacre? Todos llegamos en un círculo apretado. Vivimos como una masa; quizás muramos como tal. Pero al menos estamos todos juntos. Para matar al correcto, tendrán que acabar con todos nosotros.
-Van a empezar a mermarnos con ametralladoras. -Dice Bradwell. –No les va a importar a quién disparen.
-Sólo aquellos que quieran hacer el círculo lo harán. –Dice Nuestra Buena Madre. –Nadie será forzado.
-Si Perdiz está de veras a cargo. –Dice Il Capitano. –No tendrá el estómago para matarnos a todos.
-¿Y si no está realmente al mando? –Dice Bradwell.
-Lo descubriremos, de una vez y para siempre. –Dice Nuestra Buena Madre. Mete la mano en sus pieles de animal y saca la caja cuadrada de metal conteniendo la bacteria. -¿Están dentro?
Bradwell mira a la multitud por el muro derrumbado. –Lo estoy sólo si soy quien lleve la bacteria a la Cúpula. –Dice.
Nuestra Buena Madre sacude la cabeza. –Te apuntarán primero, Bradwell. Sospecharán de ti más que nada.
-No tendré que acercarme demasiado. –Camina hacia el estante donde está sentado Freedle sobre sus pequeñas piernas segmentadas. –Si me disparan, todavía podemos asegurarnos de que la bacteria lo logre.
-¿Esa pequeña criatura? –Nuestra Buena Madre la mira entornando los ojos. -Lo recuerdo ahora. Este era un regalo a Pressia de su madre ¿o no? ¿Es como se aseguraba de que Pressia esté siendo cuidada?
-Correcto. –Dice Bradwell.
Nuestra Buena Madre se inclina más cerca de la delicada cigarra de metal. –Su madre sigue con nosotros. Esto es lo que las madres hacen. Alertas—incluso desde la tumba. –Asiente. –Es adecuado. Sí. Lo apruebo. –Con eso, se mueve hacia la lona, pero antes de irse, se gira y dice. –Tuve un marido una vez. Deben saberlo. Me dejó antes de que impactaran las Detonaciones. Está dentro de la Cúpula, mi Muerto lo está ¿Saben que haré una vez la Cúpula caiga?
-¿Qué? –Pregunta Bradwell.
-Lo cazaré como a un animal y lo mataré a sangre fría—preferiblemente con mis manos desnudas. -Sonríe. –La Sra. Foresteed va a matar al Sr. Foresteed. Confieso que algunos aspectos de la guerra pueden ser muy íntimos.
PRESSIA
CABEZA DE MUÑECA
Chandry, Lyda y Pressia se paran en el centro del planetario, sobre un pequeño escenario circular, con el tacho que las llevó allí entre ellas. El teatro está a oscuras, como si fuera el atardecer. Las estrellas brillan sobre sus cabezas.
-Todo está cerrado—tiendas, escuelas, restaurantes. –Dice Chandry. –Por eso pudimos arreglar el encuentro aquí.
-¿Cerrado? –Pregunta Lyda.
-Saben qué tienes. –Le dice Chandry a Pressia. –Conocen tu plan.
-¿De qué estás hablando? –Dice Pressia, negándose a soltar nada. No está convencida de realmente confiar en Chandry. Se fio lo suficiente para meterse en el tacho porque era su única salida, pero revelar un secreto es diferente.
-Tu revolución. Lo saben.
-¿Revolución? -Dice Pressia. Nunca antes lo había pensado como una revolución, pero por supuesto que Chandry tiene razón. Eso es exactamente lo que podría ser.
-Nos estamos preparando. –Dice Chandry. –Para lo peor, que podría ser para mejor, al final.
-¿Preparándose cómo? –Pregunta Lyda.
-Con fuerza militar, por supuesto. Una milicia armada. La Ola Roja Honesta es necesaria una vez más.
Chandry mira su reloj con nerviosismo. Pressia conoce las historias de la Ola Roja Honesta tomando el poder antes de las Detonaciones—un reinado de terror y opresión; quiere saber a quién esperan. -¿Quién viene? –Dice Pressia.
-Un doctor. -Dice Chandry, y mira la cabeza de muñeca de Pressia, como si el doctor viniera a curarla.
-¿Arvin Weed? -Pregunta Lyda.
Chandry asiente.
Pressia conoce el nombre. –Se acercó a mí en la recepción de boda. –Inmediatamente se siente culpable por sacar el casamiento a relucir frente a  Lyda. Puede sentir su enojo. –Quería hablarme.
-Estaba desesperado por llevarte a un lugar seguro para hablar. –Dice Chandry. –Y aquí estás.
-¿Qué quiere? –Pregunta Pressia, consiente de la caja de metal aún presionada a salvo contra su piel.
-Piensa que podrías tener algo. Algo… -Chandry busca la palabra correcta.-Esencial.
A Pressia le cosquillea el estómago ¿Podría ser esta la persona que ha esperado conocer? –¿Lo conoces? ¿Es confiable? –Le pregunta a Lyda.
-No sé en quién confiar ¿No es obvio ya? –La chica está mirando las estrellas falsas.
-¿Es parte de Cygnus? –Le pregunta a Chandry. -¿Cómo tú?
-Conocí a tu madre. –Dice Chandry. –Estábamos en un grupo de juego juntas—una tapadera para nuestras reuniones.
Cualquier mención de su madre hace a Pressia sentirse físicamente hambrienta. Trata de no sonar demasiado desesperada. -¿Mi madre? ¿Cómo era en ese entonces?
-Ella era maravillosa. Una mente aguda y pensativa, un corazón profundo. Pensé el mundo de ella. –Dice Chandry, mirándose las manos. –Creí que podía salvarnos. –Mira a Pressia. –Tal vez tú puedas.
Pressia no está segura de qué decir, pero de todas formas no hay tiempo.
Escuchan un clic. La puerta de la salida de emergencia del planetario se abre. Un borde de luz se desliza dentro del cuarto, y entonces la puerta se cierra con un sonido metálico.
Es el joven que vio en la recepción de boda—sí, lo reconoce de inmediato. Él camina hacia el escenario y luego se queda allí parado con extrañeza por un momento. –He estado tratando bastante duro tener un minuto contigo. –Dice. –Al final tuve que hacerlo de la forma difícil. –Mira a Chandry. –Gracias. –Dice. –Lo aprecio mucho.
-Es lo menos que podía hacer. –Dice ella, y Pressia se pregunta si está en deuda con Weed.
Él mira a Pressia y sonríe. –Ha pasado demasiado tiempo. –Dice.
Ella dice. -¿De qué lado estás. Sólo dime la verdad.
-Estoy de mi propio lado. –Dice él. –Cada uno de nosotros lo está. Si piensas de otra forma, deliras.
-¿Entonces qué quieres? –Pregunta Pressia.
-Sé qué alcance has estado teniendo. Sé a qué puede que tengas acceso.  Sé que podrías ser más como tu madre de lo que Perdiz alguna vez soñó.
-¿Qué se supone que eso signifique? –Dice Pressia.
-Quieres hacer lo correcto.
-Quiero un montón de cosas. –Dice ella.
Weed se agarra las manos detrás de la espalda. –Dime qué son esas cosas, Pressia. Quizás podamos hacer un trato.
-No sé si puedo confiar en ti.
-¿Qué quieres? Empieza por allí.
-Quiero que Lyda sea capaz de salir de aquí. Hice una promesa.
Weed sacude la cabeza. –No lo entiendo ¿Quieres vivir allí afuera, Lyda?
-No me importa si lo entiendes o no.
-¿Es por eso que le diste la espalda a Perdiz? ¿Porque querías dejarlo atrás?
-Nunca le di la espalda.
-Aunque no le respondiste ninguna de sus cartas.
-¿Me mandó cartas? –Pregunta Lyda. -¡Arvin! ¿Me escribió?
-Muchas. -Dice Weed.
Lyda inspira con profundidad. Mantiene el aire en sus pulmones. Sus ojos corren por el cuarto. –Necesito verlo antes de irme. Ahora. –Dice -¡Necesito verlo ahora!
-Espera, Lyda. -Pressia se gira hacia Weed. –Sé que Purificaste gente aquí. Sé que creaste a las Fuerzas Especiales pero que esas mejoras se volvieron contra la gente. Los niños que Purificaste…
-¿Qué pasa con ellos? –Dice Weed.
-Están muertos. Los mataste. Tienes la habilidad de Purificar, pero ese proceso…
-Erosiona las funciones más básicas del cuerpo. -Weed sostiene sus manos abiertas frente a él, con las palmas hacia abajo. Tiemblan, incluso tan levemente. -Willux me hizo tomar mejorías de cerebro. Quería que usara mi mente para salvarlo. –Se estira y sostiene la muñeca de Pressia, levantando su cabeza de muñeca. –Tal vez no sea demasiado tarde para ninguno de los dos.
A Pressia le falta el aliento. Siente como si su corazón se alzara sin peso en su pecho. –tengo lo que necesitas—un vial del suero de mi madre y la fórmula. Puedes Purificar y tengo lo que se necesita para que el proceso no tenga ningún efecto secundario mortal. Había otra pieza. Para eso está la formula y—
-Tenemos todo lo que necesitamos, Pressia. –Dice Weed. –Podría empezar contigo.
Este es el momento que Pressia ha estado esperando. La cabeza de muñeca puede ser removida. Puede liberarse de ella. Puede volver a ser entera—ella misma por completo. Y pueden salvar a otros sobrevivientes.
Lyda interrumpe. –No hay tiempo.
-No sabemos cuándo van a atacar—si siquiera tienen el coraje para intentarlo. –Explica Weed, metiéndose las manos en los bolsillos. –Quizás tengamos tiempo. Quizás no.
-Todavía no recibieron un mensaje mío. Están esperando. –Dice Pressia.
-No. –Dice Lyda, mirando hacia otro lado. –El mensaje ha sido enviado.
-Yo no lo mandé. –Dice Pressia a la defensiva ¿Lyda no le cree? -¡No lo hice!
-Yo fui. –Dice Lyda en voz baja.
-¿Qué les dijiste, Lyda? -Dice Pressia, agarrándola por el codo. -¿Qué mensaje mandaste?
-Sabes qué les dije. –Dice ella, liberándose del agarre de su amiga. –Les dije que hagan lo que tengan que hacer. Usé las palabras que me dijiste y dibujé un cisne—para que Bradwell supiera que es de tu parte.
-Lyda ¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso? -Pressia mira el suelo, tratando de procesarlo todo—los hechos cambiando, las repercusiones fuera de la Cúpula—y entre todo eso, se siente traicionada. -Me hiciste decirte las palabras clave ¿Cómo pudiste hacerme eso?
-Lo hice por todos nosotros. –Dice Lyda. Mete la mano en el cesto, saca dos lanzas y le entrega una a Pressia.
-No voy a llevar una lanza, Lyda ¿Siquiera sabes lo que hiciste?
Lyda mete la mano en el tacho de nuevo y saca una pieza de metal tejida con perchas. Pone los brazos en las correas que agujereó. Le sienta cómodamente sobre el pecho y estómago—donde el bebé recién comienza a tomar forma. Es una armadura tejida a mano. Lyda debió de haberla hecho—¿Cómo? Pressia no lo sabe, pero le entra perfecto. –Hice lo que debía hacer. –Dice Lyda.
-Tenemos que llevarlas a ambas a un lugar seguro. –Dice Weed frotándose la mandíbula, obviamente tratando de armar una estrategia.
-Debo ver a Perdiz. –Dice Lyda de nuevo, con énfasis.
-Ahí es donde las estoy mandando. Pero primero. –Mira a Pressia. –Puedo proteger los laboratorios de investigación, Pressia. Hay una defensa extra construida dentro. Si me das lo que tengas, puedo mantenerlo a salvo.
Pressia puede sentir la caja de metal contra sus costillas. -¿Me prometes hacer lo correcto?
-Lo prometo.
Pressia mira a Lyda. -¿Confías en él?
Lyda dice. –La confianza requiere un acto de fe. Justo ahora ¿Qué más tienes?
Pressia agarra debajo del saco de su uniforme la caja y la saca. Cuando entrega el vial y la fórmula dentro, la golpea el miedo. Sus manos tiemblan como si ella también se estuviera derrumbando.
-Perdiz va a querer que canceles el ataque. Los Puros tienen todo que perder, así que va a tirarte con todo—todo lo que alguna vez quisiste. Prepárate para eso.
¿Cómo podría prepararse para serle dado todo lo que alguna vez quiso? –Mantén tu promesa, Arvin Weed.
-Sabes, Willux también mató a mis padres. -Dice Weed. –Se supone que diga que mi hermana pequeña murió de complicaciones durante el nacimiento. Pero fue un rehén. Mis padres hicieron lo que Willux quería, pero la mató de todas formas. Y entonces, cuando yo era un poco mayor,  se resfriaron y nunca recuperaron, como si algo tan benigno como un resfrío los hubiera matado. He seguido con el juego, Pressia. Lo seguí y seguí y seguí. Y ahora solo quiero salvarlos.
-¿A quiénes?

-Tantos—demasiados para contar… -Weed no puede hablar por un momento. La tristeza ahoga su voz. Tose y dice. -Willux me hizo crearlos. Ahora es mi responsabilidad mantenerlos vivos. –Mira a Pressia y Lyda de pronto, como si hubiera estado tan sumergido en sus pensamientos que se olvidó de que estaban allí. -Le mandaré palabra a Perdiz que estás yendo. –Agarra la caja de metal, la alza en su puño. –Gracias. –Dice, y mientras camina devuelta hacia la puerta, grita por sobre su hombro. –Lleva la lanza, Pressia. En algún punto, la necesitarás.

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